Una isla, dos países, dos mundos, Haití y la República Dominicana. Dos países con varios siglos de historia compartida, aunque a primera vista todo parece oponerse de hecho, “{…} no existe una dimensión insular común en la conciencia colectiva de haitianos y dominicanos.
Cada nación vive en tal ignorancia de su vecino que bien podrían estar en dos islas distintas. El sentimiento que prevalece es el de una insularidad duplicada: haitianos y dominicanos han construido sus respectivos territorios dándose la espalda” (Jean Marie Theodat, 2003). En los siguientes párrafos, abordaré un tema polémico, muy complejo y dañino de la relación haitiano-dominicana, que es el prejuicio racial que existe entre dos países. De esta manera, primero analizaré el fenómeno del antihaitianismo en la RD*, luego el anti dominicanismo en Haití, luego, veré cómo se ve lo haitiano en la literatura dominicana y viceversa. Finalmente daré mi opinión sobre este tema.
“Numerosos estudios de carácter histórico han aportado evidencias sobre el prejuicio racial antihaitiano en República Dominicana” (Carlos Hernández soto, 2005) su estructura ideológica se construyó durante la era de Trujillo, particularmente anterior y después de la masacre de 1937. (Edwing Paraison, 2013). Según Silvio Torres Saillant, los dominicanos no se consideran negros, cuando invocan la negrura tienden a relegarla a la población haitiana. A los dominicanos, además, se les achaca una actitud de desprecio racial hacia los haitianos, codificada en el término antihaitianismo como ingrediente integral de su idea de nación. la sentencia 168, del tribunal constitucional du 23 noviembre 2013, ha relanzado el debate sobre el anti haitianismo del dominicano, en efecto, el Tribunal Constitucional, decretó que expulsa de la República Dominicana a todos los residentes haitianos no autorizados, y además despoja de la ciudadanía a aquellos nacidos en la República Dominicana de padres haitianos. Según Samuel Martínez: “esa sentencia no busca la exclusión territorial de los haitianos y los descendientes de haitianos tanto como su inclusión en la economía política dominicana como ciudadanos de segunda clase, inmoviliza ándolos durante el tiempo que sea conveniente dentro de una subclase de carácter hereditario.” “{…} El antihaitianismo de Estado siempre ha usado los grandes medios para sus fines. Adoctrinamiento en las escuelas o campañas a través de los medios de comunicación. En la última década, siendo el único caso en la región, civiles dominicanos han seguido estos pasos con marchas públicas y creación de grupos xenófobos” (Edwin Paraison, 2013).
‘A diferencia de la República Dominicana, el anti dominicanismo de Estado en Haití no está estructurado. Surge ocasionalmente por reacción o de manera oportunista. Si bien es cierto que tanto en la pasada administración como en esta no se conoce a nadie que se pueda catalogar como un funcionario abiertamente antidominicano.” (Edwin Paraison, 2013). Esto podría explicar la casi total falta de uso del término. Sin embargo, el fenómeno no es ni mucho menos imaginario. Hay poco o ningún texto que trate este tema, y sin embargo es real e igual de importante. En los libros de historia de Haití, rara vez se menciona a la República Dominicana, es como hay una voluntad de erradicar los dominamos en la mente de los jóvenes haitianos. Y las pocas veces que se menciona es para hablar de la masacre de Perejil o de la situación inhumana de los haitianos en el “batey” en los años 80. Esto crea una desconfianza del haitiano hacia el dominicano. Una de las causas del anti dominicanismo.
Durante el estudio de la investigación, me encontré con un libro de Elissa Lister, “el conflicto Dominico-haitiano en la literatura caribeña”, que propone analizar la masacre de 1937 desde diferentes puntos de vista mediante una comparación intertextual. “El estudio de Lister se aplica a un conjunto de ocho relatos, cinco de los cuales son novelas y tres cuentos, escritos por autores dominicanos y haitianos, así como por escritores de otras islas del Caribe. Estas son: Over (1939), de Ramón Marrero Aristy (dominicano); “Luis Pie” (1946), de Juan Bosch (dominicano); El Masacre se pasa a pie (1973), de Freddy Prestol Castillo (dominicano); Compère Général Soleil (1955), de Jacques Stephen Alexis; La récolte douce des larmes (1999), de Edwidge Danticat; ‘Encancaranublado’ y ‘El día de los hechos’ (1982) de Ana Lydia Vega (puertorriqueña) y Del rojo de su sombra (1992), de Mayra Montero (cubano-puertorriqueña). Esta variedad de obras relata, por supuesto, situaciones que involucran a protagonistas haitianos y dominicanos, pero también a personajes de otras islas del Caribe “cocolos y un cubano” (Fritz Berg Jeannot, 2017).
Estas historias no presentan los hechos de forma unificada. Desde el punto de vista dominicano, con la excepción de “Luis Pie” de Juan Bosch, los personajes haitianos son presentados como “inferiores a los dominicanos” y ocupan el escalón más bajo de la jerarquía social. Los haitianos son vistos como seres pasivos y sin alma, sujetos a todo tipo de atrocidades con impunidad. Así, en Prestol Castillo, por ejemplo, no se presenta a los haitianos como víctimas, sino a los dominicanos, ya que son ellos los que sufrieron las repercusiones económicas de la masacre de 1937″. (Jeannot, 2017).
Desde el punto de vista haitiano, se intenta rehabilitar la imagen del haitiano que transmiten las obras dominicanas. “Según estos escritores haitianos, la situación inhumana de explotación, animación y cuasi cosificación en la que languidecen los trabajadores haitianos en los bateyes no les priva de toda dignidad o instinto de rebelión. Por el contrario, las diversas escenas de huida y de pelea durante la masacre ponen de manifiesto la fuerza de carácter de algunos personajes haitianos. Sin embargo, presentarán a los dominicos como el mal absoluto sin distinción. Lister señala que los dos autores caribeños cuyas obras analizó, al no tener afiliación ni con la República Dominicana ni con Haití, tienen una visión más pacífica o algo más neutral del problema. Estas autoras caribeñas, Ana Lydia Vega y Mayra Montero, han sabido introducir un tercer punto de vista en el que, aparentemente sin reparos, ofrecen una visión más distante del asunto.
Me ha parecido importante mencionar este libro porque, en mi opinión, esta forma de entender y estudiar el conflicto es un ejemplo a seguir, ya que todos los problemas que existen entre los dos pueblos hermanos son fruto de la malicia de algunos por mostrar los acontecimientos desde un solo ángulo, con el objetivo de adoctrinar y desconfiar unos de otros. Por lo tanto, es crucial que la cuestión dominico-haitiana se aborde con un espíritu crítico, tratando de conocer el punto de vista de cada nación, así como los puntos de vista externos, que suelen estar menos influenciados.
Nathan Junior Cherelus. Étudiant à l’Université